La presión turística de la numerosa colonia veraniega, tanto estable como ocasional, ha incentivado a las gentes de Puebla de Lillo y pueblos aledaños como Cofiñal, Isoba y Redipollos, a mantener una oferta digna y atractiva que supere los niveles convencionales del turismo tradicional. Restaurantes, campings, hoteles, casas rurales, piscinas y demás establecimientos hosteleros, tienen a bien sentirse anfitriones y estar al servicio de la clientela que prestigia con su presencia cada rincón de la zona.
Son dignos de mención los majestuosos bosques de Puebla de Lillo y en concreto su pinar, por ser prácticamente el único que se mantiene autóctono en España. Su antigüedad se escapa al cómputo de nuestros períodos históricos, pues para llegar a tener algún indicio fiable tendríamos que remontarnos a las datas geológicas asistidas por el rigor científico de serios estudios botánicos.
Las orillas del incipiente río Porma, que nace a pocos kilómentros arriba de este sugestivo enclave, recibe el beneficio de su estable humedad para atravesar el pinar exuberante de una variopinta vegetación en la que se mezcla el pino con el roble, el acebo, el serbal de los cazadores, el abedul, el álamo, las hayas o los helechos, y todo el conjunto tapizado por miriadas de aranderas que provocan al excursionista con sus minúsculos pero sabrosos frutos mientras el reclamo del urogallo se siente entre la maleza.